Nací en una generación que observó cómo la industria de la cultura hacía el agosto gracias a imponer precios desorbitados en sus objetos de consumo. Como además presumía de ello, vimos demasiado yate y mansión y exceso que chocaban radicalmente con nuestras dificultades para tener más de 10 casetes o CDs en la estantería. Y vivimos así muchos años. Cuando llegó el primer módem que tras chirriar...