Si yo fuera padre y tuviera la certeza de que las vacunas son peligrosas no vacunaría a mis hijos. Pero si fuera padre y en mi poder estuviera la salud de mi hijo lo primero que haría sería documentarme profundamente para buscar dichas «certezas». Me darían igual los comentarios y las habladurías en general. Iría a los datos. Buscaría que es lo que podría hacer dañina a una vacuna. Y seguro que me encontraría que lo considerado «peligroso» de las vacunas son los excipientes. Entonces me gustaría saber qué son los excipientes y, entonces, aprendería que hay tres tipos; conservantes, adyuvantes y aditivos.
Ahí me daría cuenta de que la gran polémica ha recaído sobre los conservantes, en concreto sobre los derivados del mercurio, como el Thimerosal, que se utilizaba en varias vacunas para evitar que se contaminaran las preparaciones con bacterias. También vería que no existe relación entre estos derivados con el autismo, como muchos antivacunas han intentado aleccionarme. Aprendería que la vida media de estos compuestos no supera una semana en sangre, no toda la vida como dicen «por ahí». Entendería como acto de buen hacer su retirada del mercado «por si acaso» en todas las vacunas posibles. Y podría seguir leyendo meses sobre esto hasta quedarme tranquilo.
Leería por el camino que los adyuvantes pueden causar efectos secundarios leves, pero que son necesarios para potenciar el efecto de la vacuna. Que los aditivos son sustancias tan normales como azúcares, aminoácidos y proteínas residuales o añadidos para dar estabilidad. Que salvo si uno es alérgico a uno de esos azúcares, aminoácidos o proteínas, no se debe preocupar. Y me creería los datos de los que, cuando tienen el más minimo indicio, advierten, por si acaso.
Si yo fuera padre y no tuviera ni idea de historia no vacunaría a mis hijos. Porque en caso contrario me habría dado cuenta de que mi movimiento ultrarevolucionario naturalista es tan antiguo como la vacunación misma y bastante anterior al desarrollo farmacéutico-satánico que no soporto. Porque en 1900 ya había antivacunas a los que se les multaba o se les encarcelaba por negarse a vacunarse de viruela. Porque el sistema sanitario de entonces desafió a cualquier mayor de edad (nada de experimentar con sus propios hijos) que aceptara el reto de no vacunarse y se expusiera a pacientes infectados con viruela. Porque el Dr.Immanuel Pfeiffer respondió a la oferta y tras meterse en un hospital con 100 pacientes de viruela se la llevó puesta. Y los periódicos del momento se hicieron eco publicando un titular que decía «Pfeiffer tiene viruela, los antivacunas no pueden vivir».
Si yo fuera padre y no estuviera atento a las noticias no vacunaría a mis hijos. Porque justo «la gran mentira» antivacunas actual salió de la boca de Andrew Wakefield, un médico inglés que lo que quería era denunciar a compañías farmacéuticas multinacionales y hacerse de oro. Y se inventó lo de la triple vírica y el autismo. Y cundió el pánico porque se publicó en The Lancet, una revista altamente prestigiosa. Y no le costó nada maltratar a niños por el camino, en concreto a amigos de sus propios hijos. Practicar en ellos técnicas invasivas y abusivas. Poner su salud en riesgo para nada. Y porque, al final, hasta la revista científica que publicó sus resultados ha tenido que retractarse y pedir disculpas.
Si yo fuera padre y no tuviera ni idea de cómo funciona una vacuna no vacunaría a mis hijos. Porque entonces sabría que el objetivo de vacunar es estimular clones de linfocitos T o B que corren por las venas y linfa de mi hijo, que son específicos para una parte de un patógeno. Que mi hijo ya los tiene y que lo único que necesita es prepararlos para una futura batalla. Que para ganarla necesita que la calidad y la cantidad de esos linfocitos sea suficiente. Y ojo, que no hace falta tener muchos estudios, que ya lo dejaban bien riguroso y mascadito en «Érase una vez la vida«. Y también hay campañas del Ministerio de Salud, con datos recientes, QUE NO SE DEBEN PERDER.
Si yo fuera padre y no tuviera ni idea de lo que es la inmunidad de barrera no vacunaría a mis hijos. Porque lo que me importan son mis hijos y no los hijos de los demás. Pero resulta que la inmunidad de barrera es la que no sólo protege a mis hijos sino TAMBIÉN a los de los demás. Porque para que la barrera funcione todos los niños tienen que estar vacunados. Porque así nos evitamos males mayores. Porque no solamente puedes provocar epidemias, sino también tener que acabar, como diría el Dr.House, comprando ataúdes de pino de un metro de largo.
Si yo fuera padre y no tuviera sentido común no vacunaría a mis hijos. Porque hace falta no tener sentido común para pensar que las vacunas son veneno cuando millones de personas en el mundo reciben más de 15 inoculaciones en su vida sin efectos secundarios. Porque hay que tener poco sentido común para pensar que la industria farmacéutica puede sobornar a toda la OMS, a todos y cada uno de los investigadores que trabajan en el desarrollo de vacunas y a todas sus familias. Porque nadie que sepa de vacunas ha salido para decir lo contrario. Porque pagarles millones por su silencio no acabaría siendo un negocio. Porque si yo quisiera engañar al mundo entero con algo que no funciona, lo que haría sería venderle agua. Haría lo que hacen los homeópatas, irme a casa con la conciencia tranquila de que no voy a matar a nadie, ni a curarlo tampoco. Nunca le sacaría dinero a un veneno porque podrían pillarme cuando empezara a morir gente. Agua, o como mucho agua y edulcorante, y a dormir tranquilo sobre fajos y fajos de billetes.
Y por último:
Si yo fuera padre y no supiera buscar información, leer algo de historia, estar atento a las noticias o dejarme aconsejar por los expertos antes de jugar con la salud de mis hijos…quizás no debería ser padre.
Y por favor, tanto si usted es padre/madre como si no lo es, antes de entrar a los comentarios a defender lo indefendible haga usted el favor de leerse los links, de buscar certezas y de criticarlas si hace falta, pero después de leer un poquito. Ya verá como seguramente no le haga falta.
[…] – ‘Si yo fuera padre’, de Lucas Sánchez: «Si jo fos pare i tingués la certesa que les vacunes són perilloses no vacunaria als meus fills. Però si fos pare i en el meu poder estigués la salut del meu fill el primer que faria seria documentar-me profundament per buscar aquestes “certeses”. Em serien igual els comentaris i els rumors en general.» Article sencer aquí: http://sonicando.com/?p=2118 […]
Buen articulo
Me parece interesante el artículo, aunque discrepo en la mayor parte. Me remito a mi experiencia como padre. Tengo 2 hijos supersanos que se han vacunado nunca. Entonces, ¿para qué?
El cuidado personal y el de nuestros hijos es evidentemente una de las nociones a poner en práctica para abonar un futuro brillante. Gracias por la crónica
Hay demasiada desinformación porque a la industria farmaceutica le interesa que las madres tengamos miedo y vacunemos sin más imágenes de madres aventureras.
es importante tomar en cuenta que todos tenemos un punto diferente de vista, pero lo primero que todo queremos es que ellos esten bien
Esto de las vacunas se nos está yendo de las manos!
microcemento valencia
muy interesante el contenido de la pagina
Lo importante siempre es documentarse como tu dices, pero incluso así existen un montón de dudas, yo soy farmacéutica de una pequeña localidad de pontevedra, Redondela y cuando tengo que informar a mis clientes de este tema reconozco que lo hago sin contundencia y con la boca pe peña. Siempre existe un riesgo pero lo que esta claro es que el riesgo es mayor sin lo lo haces.
Muy buen artículo, me parece super interesante!